ARQUITECTUR 014: BAÑITOS EN TRIPLEX Y CASA ENTRE ÁRBOLES

LECCIONES IMPORTANTES NO PUBLICABLES

Cualquier arquitecto novicio se encontrará con dos sorpresas al momento de publicar un proyecto. Por un lado, se entiende que las fotografías son más importantes de lo que deberían, que toman mucho tiempo y que se fabrican con un sofisticado lente convexo que cuesta más que el kit fotográfico completo de un mortal. Por otra parte, se entiende -no sin sospecha- que uno puede publicar más o menos lo que le da la gana. A diferencia de los artículos científicos, en la mayoría de casos, los proyectos de arquitectura no se filtran a través de un comité que corrobora que lo que se diga es coherente, completo y veraz. Es suficiente con armar un paquete de fotos y textos que en la jerga publicitaria se denomina como press-kit. De modo que, nosotros los arquitectos, publicamos proyectos con discursos llenos de jardines conectores, ejes de articulación, barras de servicio y otras tautologías que no se entienden claramente, pero si que suenan bien.  El arquitecto novicio entenderá que, en buena medida, somos publicistas y que en los proyectos se verá lo que queramos que se vea. Más o menos como los comerciales de dentífricos que muestran a la familia caucásica disfrutando de un sabroso pavo en el día de acción de gracias, pero nunca se ve a nadie escupiendo en el lavabo.

En contraposición a esta tendencia utilitaria y muchas veces pobre de contenido, se impone el Arquitectur, un formato de divulgación de proyectos donde se visita una obra nueva y se discute con los autores sobre su experiencia de primera mano. Las ventajas son evidentes: se puede ver el pavo, la familia y todos los escupitajos en el lavabo.

Este arquitectur comenzó con un proyecto del estudio ERDC, llamado Bañitos en triplex. La locación no es dificil de imaginar: una finca enorme y lujosa en el valle. Esas donde se gradúan los colegiales ricos y luego aparecen luciendo trajes raros en la sección “Sociedad” de la revista Vistazo. Tiene césped de estadio hasta en los parqueaderos. El encargo es diseñar un pequeño bloque de baños justo al lado de la casa principal, a manera de soporte para las actividades que se llevan a cabo en el exterior.

El bloque es prácticamente una estructura de madera de triplex combinada con cuartones de ciprés cuando es necesario. Parte de los tableros de triplex están dispuestos de tal modo que funcionan como paredes de los cubículos de baño y como tensores inferiores de las cerchas de la cubierta. Se piensa el proyecto como una estructura de cerchas que resuelve también la distribución espacial. A la estructura se le añade un juego de paredes perimetrales para cerrar el espacio, una pared central divisoria y teja industrial en la cubierta. Estas paredes son las únicas en contacto con el suelo, dado que los tableros de triplex se soportan exclusivamente en las cerchas y estas en columnas perimetrales. El resultado son unos bañitos de 40 m2, dignos de una finca aniñada, baratitos (310 dólares el metro cuadrado, según ERDC), eficientes y, sobre todo, fáciles de baldear. Sin embargo, lo más hermoso de todo, no se ve: los bañitos no debieron ser lo que son. Solamente después de un proceso de diseño de dos años, después del diseño estructural terminado (ingeniero incluido) y un proyecto de baños con unas señoras bóvedas de ladrillo; los dueños deciden que el proyecto se debe hacer, si o si, en madera.

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Imagino que los arquitectos sintieron esa parálisis fría que se siente cuando se manda cualquier cosa, de canto, en el fondo del escusado. Sea como fuere, tuvieron que hacer lo necesario y adaptaron todo el diseño en un tiempo récord de dos días. Un diita por cada año, siendo concretos. Según ERDC, el ingeniero aún no les odia y hasta le dio su bendición al nuevo diseño en madera.

Algunas preguntas. ¿En qué circunstancias se justifica un estudio de ingeniería para un bloque de baños de menos de 50m2? ¿Cómo asimilar un proyecto saboteado por una petición tardía de los dueños? ¿Vale la pena el esfuerzo? A veces comprendo el desdén general con el que algunos ingenieros miran a los proyectos menores de los arquitectos (sean bañitos, oficinitas, cuartitos o parrillitas). A veces parece que tienen razón. Parece incomprensible y hasta contraproducente invertir tanto en algo tan pequeño. No parece buen negocio.

Evidentemente no es buen negocio y por eso la explicación no se puede reducir a términos prácticos. Proyectos como los bañitos en triplex (aparentemente menores, pequeños, sencillos) justifican los recursos invertidos, el tiempo y el esfuerzo en un simple y llano cariño al trabajo. Si no lo creen, pregunten cuánto tiempo le toma al arquitecto novicio diseñar la terraza de sus padres. En la mayoría de casos, esa es su verdadera tesis de grado. Bien por ERDC que, a pesar de todo, hacen unos baños con el mismo cariño del recién graduado.

Casi se me olvida otra buena historia. Los dueños decidieron poner baldosas con vetas caquis encima de lo que debía ser un nobilísimo hormigón visto. A los arquitectos les importó un pepino. Dijeron y cito “hasta quedó mejor que lo que habíamos planeado”.

Para el segundo proyecto fuimos a Cumbayá, donde se ubica la Casa entre Árboles de El Sindicato Arquitectura. El recorrido comenzó en una calle no muy amplia que se dividía en una fila de casas en un lado y unos silos de buena pinta justo en frente. La apariencia de las casas tenía algo de falso lujo: patios con césped bien cortado rodeados de grandes muros de cristal que remataban en grandes muros blancos y uno que otro adorno de piedra cara o madera rústica con barniz. Por momentos parecía bien justificado el eufemismo triste de Cumbayork. Menos mal, la Casa entre Árboles no se veía así. La verdad es que no se veía ni así ni de ninguna forma. Es posible que se deba a la magnitud de las casas de la calle, pero, de algún modo, el proyecto de El Sindicato Arquitectura tiene la virtud de pasar desapercibido. El primer encuentro con la casa se da en un patio con un par de árboles grandes, unos jardines bien mantenidos, algunos senderos pequeños y un estanque justo a un lado del ingreso. La prolijidad en la disposición y orden de los jardines sugiere que alguien que sabe de plantas estuvo involucrado en el proceso, la vegetación comenzaba a tener cierto protagonismo sutil. De cualquier forma, detrás de este primer patio externo, se levanta la casa en un solo nivel. El frente se cierra casi totalmente a través una serie de paredes de bahareque que rematan en un muro alto de piedra vista en un costado. Las paredes están divididas a través de una retícula rectangular de madera que sirve de subestructura del bahareque y de modulación para las mamparas que se dejan ver poco desde el exterior. Es evidente que lo más importante está hacia el interior y desde ahí se comprende todo. Así que entramos.

La casa entre árboles se piensa como una vivienda para una persona adulta que vive sola y busca sencillez y paz. La cliente es un familiar cercano a uno de los arquitectos, por lo que no es dificil comprender las necesidades que se deben solventar. El proyecto es una casita de algo menos de 200m2, resuelta en una sola planta y con cubiertas de madera. Hasta aquí podemos pensar que es una casa genérica típica de -los que fueron- los sectores rurales alrededor de Quito. Pero no. El mérito del proyecto se puede sintetizar en dos palabras claves: patio y artesanía.

Desde el ingreso sobresale un patio central, es suficientemente grande para albergar dos árboles altos que cubren parcialmente una cómoda sala exterior que se organiza por debajo. El patio se cierra a través de una mampara perimetral que se modula del mismo modo que el bahareque de la fachada exterior. En el interior se entiende que todas las paredes son módulos iguales de bahareque o vidrio. En el interior de la casa, una rampa de pendiente ligera rodea a todo el patio, formando el recorrido principal para conectar todo el resto de áreas de la casa. Las dimensiones del espacio, la vista a la sala exterior y el color permanente de la madera me recuerdan a la Casa-taller de Francisco Ursúa. Tiene un cierto aire de galería, de algún modo se sobreentiende que en ese lugar hay que caminar despacio.

De modo que caminamos despacio hacia las otras habitaciones y ahí fue cuando ocurrió la sorpresa: cada espacio tiene su propio patio interno. La habitación principal, la habitación de visitas y hasta el baño social tiene un patio que varia no solo en tamaño sino en el tipo de vegetación que contiene. Uno es minúsculo y apenas caben las plantas y la puerta de ingreso, otro tiene una lavandería exterior de piedra y otro conforma una auténtica vista idílica al jardín desde la ducha (otro guiño que seguro le haría feliz al Francisco). No pude evitar pensar que la casa recuerda a esos ambiciosos proyectos estudiantiles que se ven tan bien en láminas pero que nunca se hacen, porque la arquitectura de las láminas no es la arquitectura que se construye. Felizmente este proyecto es una excepción y podría ser un buen referente local para enseñar a los arquitectos novicios que sí se puede hacer.

Por supuesto, para hacer, hay que hablar de factibilidad y la factibilidad de este proyecto se cimenta en una sola cosa: la artesanía. Para hacer una casa con paredes de bahareque, carpintería de madera y patios y jardines heterogéneos, se necesita un cuidado especial. En este caso, uno de los arquitectos se mudó, literalmente, al lado de la casa para controlar la construcción de cerca. Hay que aceptar con firmeza que no todos los arquitectos y mucho menos los constructores tienen la capacidad -o la gana- de hacer una cosa del género. Tampoco parece buen negocio. Sin embargo, este cuidado en la construcción se hace evidente en pequeños detalles que podrían pasar desapercibidos: la unión de los pisos de madera y hormigón, los alambres tensados que funcionan como interruptores de lámparas en el techo o los pequeños pedazos de vidrios que cierran los huecos entre las cubiertas alzadas y la estructura de madera. Y los jardines no son excepción: las áreas verdes fueron diseñadas por una bióloga/paisajista que utilizó un tratamiento especial, así como tipos de plantas específicas para cada jardín. El Sindicato Arquitectura sostuvo con seguridad que, sin la participación de Nina (la bióloga/paisajista), los jardines no hubiesen tenido el protagonismo que tienen en el proyecto.

En este punto, el lector de esta crítica se preguntará con justicia sobre algunas consideraciones obvias del proyecto. Algunas de estas dudas fueron discutidas en la ronda de preguntas al final de la visita, por lo que me permito escribir un par de ellas, las que considero pertinentes.

¿Por qué no se llama Casa entre Patios? Los nombres que los arquitectos dan a sus proyectos son siempre polémicos. Podemos decir que las normas de copyright entre colegas del oficio son mucho más severas que las que reza la ley de propiedad intelectual. Además, “Casa entre árboles” suena casi igual de bien, entonces, digamos que no hay problema.

¿Los jardines son difíciles de mantener? ¿Una persona sola podría? Los jardines no solo están diseñados de forma eficiente para que las plantas perduren con bajo mantenimiento; sino que, siendo honestos, cualquier matorral improvisado que crezca en uno de esos jardines no le va a restar ningún crédito.

Por supuesto, además de estas preguntas, se discutieron otros asuntos en la ronda final. Se barajaron preguntas sobre la sostenibilidad en la construcción, los recursos renovables, trato justo a los empleados, etc. Son asuntos que, si bien son importantes, no resultan pertinentes en esta pequeña crónica, sobre todo porque son cuestiones que van más allá de los proyectos visitados, por lo que los vamos a obviar. Lo que no vamos a obviar es un comentario espontáneo entre algunos participantes mientras cerrábamos la visita: la Casa entre Árboles es muy dificil de fotografiar debido a sus espacios pequeños, sin posibilidad de las grandes perspectivas abiertas tan populares en la fotografía de arquitectura. Sea una bendición o una maldición para El Sindicato Arquitectura, sin duda es una buena noticia para el Arquitectur, porque es un proyecto que difícilmente se puede comprender a fondo si no se hace una visita en sitio. Siguiendo esa lógica ¿se puede comprender un proyecto a fondo sin una visita? ¿se pueden reinventar las lógicas de divulgación de proyectos para que su comprensión sea, digamos, más honesta? ¿tiene sentido evidenciar los errores en los proyectos, sabiendo que es un suicidio publicitario? ¿se debe repensar los criterios de valoración de la buena y mala arquitectura?

Todas son preguntas sin respuesta fácil. Peor inmediata. Pero, eso sí, al menos por ahora, podemos conformarnos con el Arquitectur.

 

Por Santiago Granda